lunes, 6 de junio de 2016

Mariánské Lázně

República Checa es hogar de uno de los centros de aguas termales más exclusivos de Europa, por donde artistas y reyes han pasado. Mariánské Lázně, muy cerca de la frontera con Alemania es otra de las ciudades balneario con pasado ilustre, pero mucho más contemporáneo, porque se fundó en el siglo XIX.

La ciudad tiene calles impecables y un muestrario de edificios neoclásicos y art nouveau que se ordenan alrededor de una gran plaza rodeada por los bosques de Bohemia.
 
A la izquierda el antiguo hotele Weimar (hoy abandonado) frente a la Kirchenplaz

Mariánské Lázně, que en español es Baños de María y en alemán Marienbad, es una brillante joya arquitectónica y uno de los rincones más exclusivos para tomar relajantes y sanadores baños termales en Europa. La mayor parte de sus edificios vienen de la segunda mitad del diecinueveavo siglo, cuando muchas celebridades y reyes europeos vinieron a gozar de los resortes curativos de las aguas medicinales.

Encuentro de celebridades

Mariánské Lázně se convirtió en el lugar de encuentro de la élite social de todo el mundo, muchos personajes famosos han visitado el balneario: J. W. Goethe, M. Twain, H. Ibsen, F. Liszt, J. Strauss, I. S. Turgeniev, F. Chopin, Richard Wagner, C. M. Weber, Rudyard Kipling, T. A. Edison y artistas checos A. Dvorak, J. Dobrovsky, V. Benes Trebizsky y muchos otros.

El rey de Inglaterra Eduardo VII, fue uno de los huéspedes más frecuentes. "He viajado por la India, Ceilán, todas las ciudades balneario de Europa, pero en ningún lugar en el mundo he quedado atrapado por la naturaleza poética como aquí en Mariánské Lázně", confesó su admiración por la ciudad el monarca británico. Entre los aňos 1899 y 1908 vino a hospedarse en total 9 veces. Todavía se recuerda el célebre encuentro entre su majestad británica y el emperador austrohúngaro Francisco José I.

Eduardo VII de Inglaterra y Francisco José I de Austria inmortalizados en el bronce por el escultor Vítězslav Eibl (obra inaugurada en 2014)

Una ciudad para disfrutar

En Mariánské Lázně todos los hoteles tienen aguas termales en el propio edificio, incluso con fuente manantial, pero hay también zonas comunes en todas las ciudades donde puede verse como emerge el agua y donde se ubican los grifos para que la gente pueda beber en ellos.
 

Toda la ciudad, con sus paseos y sus pequeños restaurantes, ofrece un ambiente de otra época distinguida y elegante.

Al frente, la Fuente Cantarina, atrás y a la derecha se aprecia la Columnata de Máximo Gorki y al fondo, la Kreuzbrunnen

La gema y el monumento más buscado es, sin duda alguna, la Columnata de Máximo Gorki de hierro fundido con la Fuente Cantarina, que empieza a sonar cada hora impar (está abierta desde abril hasta octubre) interpretando alguna de las famosas composiciones de la música mundial. La Columnata de Máximo Gorki es una imponente estructura metálica y de cristal que fué construida en 1889. La vista exterior de la columnata resulta sorprendente por sus dimensiones y esta sensación se incrementa al recorrer su interior.

El agua que todo lo cura

Pero a no buscar grandes piletas humeantes: la particularidad de estas aguas termales es que se beben, y aquí aseguran con mucha vehemencia que alivian dolencias del aparato digestivo y trastornos de metabolismo.

Lo primero que suelen hacer sus visitantes es acudir a los distintos médicos que regentan los centros, para que les prescriban lo que tienen que hacer durante su estancia para curar o mitigar sus dolencias. Por ejemplo, en Mariánské Lázně el agua que sale de la Fuente del Bosque tiene un gusto salado debido a la gran cantidad de bicarbonato y sodio que contiene, estando indicada sobre todo para curar la bronquitis; mientras que la Fuente de Rodolfo contiene calcio y magnesio, elementos recomendados para aliviar la inflamación de las vías urinarias.

Vídeo sobre el antiguo Hotel Weimar
 

El antiguo Hotel Weimar, luego Kurhaus Kavkaz, está fuera de servicio desde el año 1994. Una parte del mobiliario original fue depositado en la Oficina de Conservación en el castillo Kynžvart. En este hotel supo alojarse ocho veces Eduardo VII de Inglaterra entre 1903 y 1909.

El hotel fue emplazado en lo más alto de la gran plaza de la iglesia y se construyó en un estilo estrictamente histórico. El arquitecto conservó la fachada original y lo extendió hacia atrás para garantizar la comodidad que recuerda a un castillo inglés. Por desgracia, este hotel está abandonado y se está deteriorando rápidamente.
 

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